El duelo migratorio: Un corazón entre dos tierras
- Alejandra Gabayet Manzano
- 11 ago
- 3 Min. de lectura
Migrar no es solo hacer una maleta y cambiar de casa. Migrar es empacar el alma entera, con sus raíces, sus recuerdos y sus afectos… y dejar parte de ella en el lugar donde crecimos. Es un viaje que, más allá de kilómetros, nos atraviesa realmente el corazón.
A veces la gente cree que venimos solo “a buscar oportunidades” o “a mejorar nuestra vida”, y sí, eso es parte de la historia… pero hay otra parte que no siempre se ve: la que duele. Ese dolor tiene nombre: duelo migratorio.
Porque migrar significa, en el fondo, despedirse de muchas cosas a la vez:
De la familia que queda lejos.
De los amigos que conocen nuestras historias sin que tengamos que contarlas.
De la lengua que te habla al oído y sale sin esfuerzo.
De los olores, los sabores y los paisajes que nos hacen sentir “en casa”.
De nuestro lugar en la sociedad, ese que ya teníamos construido.
De la sensación de seguridad que da lo conocido.
Cada una de estas despedidas es como una pequeña herida. Algunas sanan con el tiempo, otras se vuelven cicatrices que aprendemos a mirar con ternura y compasión.

Lo que no siempre se dice
El duelo migratorio no es como otros duelos. Porque aquí el “ser querido” (nuestra tierra, nuestra gente) sigue existiendo… pero lejos. Podemos visitarlo, hablarle por video, mandar mensajes… pero no tocarlo todos los días. Y cada reencuentro trae también un recordatorio de lo que no tenemos.
En ese vaivén, el corazón vive entre dos mundos: el que dejamos y el que tratamos de construir. Y en medio, nosotras… intentando sostener la nostalgia y la esperanza al mismo tiempo. Pensando en que algún día regresaremos a casa, pero a la vez, sintiendo que el nuevo destino es el que alberga tu casa también. Que dicotomía.
Cómo acompañarnos en este camino
En la Tribu de Crianza con Parenting University sabemos que nadie debería transitar un duelo sola. Menos aún un duelo tan complejo como este. Un duelo migratorio está compuesto por 7 duelos sucedieando simultáneamente. Por eso, aquí te comparto algunos ParenTIPS para acompañarte (o acompañar a alguien) en este proceso:
Nombrar lo que sentimos
No es debilidad extrañar, llorar o sentir enojo. Es humano. Y decirlo en voz alta le quita peso al corazón. La vulnerabilidad es ser consciente.
Crear pequeños rituales
Cocinar un plato típico, escuchar música de tu tierra, mantener algunas tradiciones… son formas de mantener viva la conexión.
Tejer redes en el nuevo lugar
Buscar comunidad, gente que entienda, que escuche, que no juzgue. Una tribu que abrace, que por experiencia, les cuento que se vuelven familia del corazón.
Pedir ayuda profesional si es necesario
A veces el duelo migratorio trae ansiedad, tristeza profunda o desconexión. Un acompañamiento especializado puede hacer una gran diferencia, pedirlo a tiempo es un signo de valentía.
Recordar que adaptarse lleva tiempo
No hay prisa. Cada persona tiene su propio ritmo para echar raíces en tierra nueva, pero es importante saber qué tiempo es el esperable y las emciones que son parte del proceso.
Migrar es un acto de valentía. Es comenzar de cero sin olvidar lo que nos hizo ser quienes somos. Y aunque duela, también puede abrirnos a un mundo de nuevas posibilidades, que les prometo, que se agradecen infinitamente.
En este equipo, tu historia importa. Tus lágrimas también. Y tus pasos —aunque a veces sean pesados— nos inspiran a seguir construyendo puentes entre corazones y fronteras.
Te mando un abrazo grande,
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